martes, 24 de marzo de 2009

analisis 1

Cuando pensamos en la unídimensión, lo primero que se nos viene a la mente son aquellas caricaturas de una sola dimension, como los de las revistas y los comics, si hablamos de una sociedad unidimensional o de un pensamiento así, nos referiríamos a una sola manera de ver las cosas, como a un solo sentido de marchar.

Herbert Marccuse nos habla sobre las consecuencias de la creciente perdida de las necesidades por parte de la sociedad, en donde cada ves es mas posible la satisfacción de ellas por la misma forma que esta organizada, por que ¿que podría ser mas racional que la supresión de la individualidad en el proceso de mecanización? Es lo mas racional en cuanto a formar una totalidad, una sociedad organizada que priva a la independencia del pensamiento, a la autonomía y al derecho a oponerse políticamente, así pues vemos como en dicho texto Marccuse nos explica como la sociedad contemporánea tiene a ser totalitaria, atreves de la manipulación de los intereses por medio de los mercados.

Durante la revolución industrial, la llegada de la maquina creo nuevas formas de trabajo y también inspiro el nacimiento del proletariado y la burguesía, el hombre vio entonces como bajo dicha organizacion social su vida y todo lo que conocía cambiaba, la maquina sobrepasaba físicamente al hombre, entonces el poder político toma una nueva forma al afirmarse por medio de su poder sobre el proceso mecánico y sobre la organización técnica del aparato, y es así como todo cambia, cambia la forma de definir cuales son las necesidades reales y cambia la idea misma de la libertad.
La unídimensión del ser humano no solo rodea al hombre dentro de una esfera privada o de autenticidad, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías han cerrado el mundo en una única forma de verla, en donde la satisfacción de las necesidades esta definida por lo que debería de ser y lo que han impuesto las nuevas formas de organización.

Nos propone también en dicho texto como la libertad económica hoy en día seria libertad de la economía, la libertad política seria la liberación de los individuos de la política y la libertad intelectual seria la restauración del pensamiento intelectual, puesto que las necesidades y los pensamientos están preacondicionados en esta sociedad, los medios de comunicación y las nuevas formas de control definen el rumbo de nuestro pensamiento, nos indican que es la felicidad, como debemos vestir y actuar, nos imponen unas necesidades falsas que van por encima de las verdaderas.

El Hombre unidimensional es víctima de no poder hacer nada, de las limitaciones y de la opresión de un método de dominación . la crítica de Marcuse nos señala como la sociedad moderna es incapaz de asimilar cualquier forma de oposición que surja al interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas bajo el capitalismo que ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros.

miércoles, 18 de marzo de 2009





videos MARCUSE





marcuse


Herbert Marcuse nació en Berlín, en 1898, en el seno de una familia judía de buena posición económica. De muy joven se sintió atraído por la política. Adhería a las posiciones de izquierda. Pero el fracaso de la revolución espartaquista y la ejecución de Rosa Luxemburg (1919) lo alejaron de Berlín y de la política.

Estudió Filosofía en las universidades de Berlín y Friburgo. En esta última conoció a Husserl y a Heidegger. Éste último dirigió su tesis, con la que se doctoró en 1922. Permaneció en Friburgo hasta 1933, año en el que ingresó en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt (más conocido como Escuela de Frankfurt). Ese mismo año los nazis llegaron al poder y clausuraron el Instituto. Marcuse, junto a otros miembros de la Escuela, se trasladó a Estados Unidos. Allí se estableció llegando incluso a adoptar la nacionalidad americana, en 1940, y a trabajar para el gobierno federal. Ejerció la docencia en distintas universidades: Columbia, Harvard, Boston y San Diego. Su pensamiento fue una de las fuentes de inspiración de la revuelta estudiantil de 1968, conocida como “mayo francés”. Murió en Alemania en 1979.

Además de la filosofía de Hegel, Marx, Dilthey, Husserl y Heidegger, tuvo una importante presencia en la formación de su pensamiento el psicoanálisis de Sigmund Freud. En Eros y civilización (1955) retoma la teoría freudiana según la cual la civilización se apoya sobre la represión permanente de los instintos humanos, reemplazando la satisfacción inmediata de los mismos por una satisfacción diferida. “El metódico sacrificio de la libido, su desviación inexorablemente impuesta, hacia actividades y expresiones útiles desde el punto de vista social, son la cultura” dice Marcuse, sintetizando la visión freudiana. Al dejar el “principio de placer” y asumir el “principio de realidad”, “el ser humano, que era poco más que una maraña de tendencias animales, se convirtió en un yo organizado”.

Una civilización no represiva es una quimera para Freud. El principio del placer y el de realidad son antagonistas irreconciliables. Marcuse no coincide con el fundador del psicoanálisis en este punto. Desde una visión de la historia inspirada en el materialismo-histórico de Marx, considera que esta oposición no es metafísica, que no se origina en la naturaleza humana, sino que es producto de una organización social histórica determinada.

El progreso tecnológico ha creado las condiciones para una liberación respecto de la obligación del trabajo, para una ampliación del tiempo libre. Marcuse considera que ello permitirá la liberación de las potencialidades reprimidas que, “así liberadas, crearán nuevas formas de realización y de descubrimiento del mundo, que a su vez otorgarán una nueva forma al reino de la necesidad, a la lucha por la existencia. Así se dan las condiciones para el surgimiento de una sociedad no represiva en la que se viva la felicidad del Eros liberado, la lógica de la satisfacción y no ya la de la represión”.

¿Qué impide el arribo a esta nueva sociedad? El poder que, con el fin de perpetuarse, alimenta un estado de necesidad que ya no es tal. Así, por ejemplo, transforma lo que podría haber sido una liberación sexual (una evolución hacia una sexualidad polimorfa que Marcuse propugna y entiende como propia de una sociedad no represiva) en un consumismo sexual, en una sexualidad tomada como objeto de consumo, integrada al sistema. La pretendida “liberación de las costumbres” que permite y propugna el capitalismo no es una verdadera “liberación” sino una estrategia para impedirla.

En El marxismo soviético (1958) critica duramente la evolución de la revolución Rusa y su tendencia a la burocratización. Critica también que se haya hecho del marxismo un dogma y que el Estado haya quedado en manos de una casta de burócratas investidos de un poder totalitario. De este modo, el marxismo se ha convertido allí en instrumento al servicio de una sociedad represiva, burocrática y totalitaria.

En El hombre unidimensional (1964), su obra más famosa, presenta a la sociedad capitalista “avanzada” como una sociedad en la que el hombre ha perdido su sentido crítico. El consumismo y la “liberación de las costumbres” lo han transforman en un ser cada vez más adaptado e integrado al sistema. Ya no hay espacio para la oposición y la crítica, la sociedad unidimensional “integra en sí toda auténtica oposición y absorbe en su seno cualquier alternativa”. En ella se da “una confortable, tersa, razonable, democrática no libertad”. El capitalismo avanzado ejerce su dominio, su control total, de un modo sutil, manipulando los deseos y las necesidades de las personas. “No sólo determina las ocupaciones, las habilidades y las actitudes socialmente requeridas, sino también las necesidades y las aspiraciones individuales”.

La filosofía de esta sociedad unidimensinal es el positivismo, que sirve de base a la racionalidad tecnológica y a la lógica del dominio. Y esta filosofía no tiene rival porque se ha anulado el espacio de la crítica.

Contra las previsiones de Marx, hasta el propio proletariado ha perdido su impronta revolucionaria, seducido por el confort y el consumismo. Por esta razón Marcuse busca otros sujetos revolucionarios, y los encuentra en los extranjeros, los explotados, los desocupados, las minorías, los marginados y los excluidos del sistema. Su sola presencia muestra la necesidad de poner fin a condiciones e instituciones intolerables. De todos modos Marcuse no aclara cómo sería un proceso revolucionario protagonizado por estos actores. Prefiere que su pensamiento permanezcan en la negatividad, en la crítica, unido a “aquellos que, sin esperanza, dieron y dan la vida por el Gran Rechazo”.
http://www.luventicus.org/articulos/02A027/marcuse.html

una mirada a lo unidimensional

1. INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA

Herbert Marcuse nació en Berlín, en 1898, en el seno de una familia judía de buena posición económica. De muy joven se sintió atraído por la política. Adhería a las posiciones de izquierda. Pero el fracaso de la revolución espartaquista y la ejecución de Rosa Luxemburg (1919) lo alejaron de Berlín y de la política.

Estudió Filosofía en las universidades de Berlín y Friburgo. En esta última conoció a Husserl y a Heidegger. Éste último dirigió su tesis, con la que se doctoró en 1922. Permaneció en Friburgo hasta 1933, año en el que ingresó en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt (más conocido como Escuela de Frankfurt). Ese mismo año los nazis llegaron al poder y clausuraron el Instituto. Marcuse, junto a otros miembros de la Escuela, se trasladó a Estados Unidos. Allí se estableció llegando incluso a adoptar la nacionalidad americana, en 1940, y a trabajar para el gobierno federal. Ejerció la docencia en distintas universidades: Columbia, Harvard, Boston y San Diego. Su pensamiento fue una de las fuentes de inspiración de la revuelta estudiantil de 1968, conocida como “mayo francés”. Murió en Alemania en 1979.

2. UNIVERSO TEÓRICO

2.1_La teoría crítica. Junto a autores como Max Horkheimer, Adorno o Jürgen Habermars, el grupo de Francfort pretendía ofrecer una clarificación racional(teoría) sobre la estructura de la sociedad industrializada y las consecuencias que ha traído para la vida humana y la cultura, resultado todo ello del concepto de razón vigente(razón técnico-instrumental).

Esa teoría critica la configuración de la sociedad actual por considerarla inadecuada y contraria a las exigencias de la razón; lo cual supone contar de antemano, siquiera sea de forma proyectiva, con un concepto de razón originaria, que permita establecer y constatar las deficiencias de la sociedad industrializada y proyectar otra estructuración social más acorde con la vida humana.

La teoría crítica se opone a la teoría tradicional, la cual es entendida, en tres puntos: a) como formulación de principios generales y últimos que describen e interpretan al mundo; b) como general y abstracta, autónoma e independiente del marco histórico y social en que surge; c) como pura, “mera” teoría. La teoría crítica, sin embargo: a) prosigue un planteamiento hegeliano-marxista, enraizada en el marco y contenido social del pensamiento e interrelacionada con la instancia material-económica; b) se hace objeto de su propia crítica para evitar transformarse en ideología en una suerte de purificación teórica y c) destaca la relación entre teoría y praxis, tomando en consideración los fines últimos, poniéndose al servicio de la transformación práctica de la sociedad.

2.2_El neopositivismo. Última expresión de la razón técnico-instrumental y reflejo teórico del capitalismo, se presenta como purificadora de los elementos transcendentales de las teorías que engloba dentro del término “metafísica” que otorga indiscriminadamente a toda estructura teórica que no esté verificada empíricamente (ciencia) o que no sea puro análisis lógico (filosofía, según esta paradigma). Marcuse lo critica por ser “negación de los elementos trascendentes de la razón…”, necesarios para la teoría social, y por representar la” réplica académica de la conducta socialmente requerida”.

2.3_Heidegger. Representa esa razón tradicional a la que se oponía la teoría crítica que busca los primeros principios transhistóricos, y se opone a la praxis de la teoría crítica: “La filosofía no puede aportar jamás de una manera inmediata las fuerzas o crear las formas de acción o condiciones que susciten una acción histórica”. Marcuse se opone a una trascendencia de la que habla la ontología heideggeriana y que representa la tradición metafísica occidental. La trascendencia en Marcuse es histórica, lo cual equivale a decir que tiene incidencia en la sociedad concreta; es una trascendencia práctica.

2.4_Freud. La aplicación de los conceptos del psicoanálisis al esclarecimiento de fenómenos colectivos como la religión, la cultura y la sociedad, llevó a Freud a postular la represión de los instintos como mecanismo inevitable de psique y geanalógico de la moral y de la religión. Sin embargo, para Marcuse la represión no es inevitable sino un elemento histórico concreto, un instrumento de la sociedad cerrada que crea deseos no-naturales, agresivos, que hacen perpetuar las estructuras económicas empujando al consumismo, las estructuras jerárquicas en todo nivel, y negando la conciencia de clase y la voluntad de cambio.

2.5_Hegel y hegelianos. La dialéctica, la negación determinada y la tradición de la gran cultura serán ideales e instrumentos para Marcuse, que no rechaza a la teoría tradicional cuando sus elementos pueden ayudarlo.

LA POSIBILIDAD DE LAS ALTERNATIVAS

Es necesario un cambio cualitativo, sin duda. En Marcuse hay exigencia de libertad política y social en las que las necesidades sublimadas estén al servicio del Eros hacia la construcción de un mundo pacificado, una sociedad que, con base en otras relaciones de producción, esté organizada por hombres cuyas necesidades instintivas sean la negación determinada (en sentido hegeliano) de los que reinan en la sociedad represiva. Entendamos esta negación determinada de este modo: Marcuse defiende ahora el valor de los universales, como “nación”, “hombre”, “libertad”, “belleza”, etc. Pero da una interpretación dialéctica de los mismos, anclada en Hegel. Esos universales reflejan un estado de la conciencia que capta un ideal, por ejemplo, la belleza, y niega lo que en el mundo de los hechos pasa por bello. Los particulares realizan a los universales, pero a la vez los niegan. Los verdaderos universales son conceptos muy amplios, de valor histórico, que permiten que el hombre despliegue sus grandes batallas. El horizonte que proyecta Marcuse, por tanto, es de luchar ahora contra la sociedad establecida utilizando esta capacidad negadora que, sin embargo, la sociedad unidimensional elimina. Nuestra tarea actual, según Marcuse, es captar todo lo negativo que tiene la sociedad actual, y criticarlo (por ej., viajo en un espléndido coche, pero dependo de una empresa que me lo ha elegido). Hoy, más que nunca, tenemos que fomentar las contradicciones. Necesitamos una nueva tecnología, que no será un refinamiento de la actual, sino que surgirá tras la catástrofe de la actual tecnología establecida. La nueva tecnología debería equilibrar más las necesidades con la libertad humana. Habría que conseguir poner causas finales al trabajo, trabajar sólo en función de las reales necesidades, y que esta tecnología sirviera a todos y no sólo a algunos. El hombre en el futuro debería reducir su poder de control, por ejemplo dominando a la naturaleza no de un modo represivo. Necesitamos una “razón no tecnológica”, que sería el “órgano del buen vivir”. Habría que adoptar ante la naturaleza una actitud más estética y menos utilitaria. Las nuevas tecnologías deberían dar libre juego a las facultades humanas. Se trataría de “redefinir” las necesidades (por ejemplo, si cesara la publicidad, la gente pensaría más por su cuenta). Además cree que hace falta reducir drásticamente la población futura, pues no se puede vivir bien en una sociedad de masa, en la que no hay espacio para meditar y aislarse. que la imaginación humana hoy está esclavizada por la técnica y la propaganda, y así está como mutilada por nuestra actual “sociedad de imágenes”. En una especie de llamada genérica a la revolución, pide que la gente se rebele, que niegue, que critique, sin importar que no se sepa hacia dónde vamos. Hoy nos dominan los administradores, y la única solución es el rechazo total. Los canales democráticos no sirven, porque no son auténticos. Los desgraciados, los pobres, los marginados, los parias, los desocupados, los excluidos, deberían unirse en una crítica total y radical. Obviamente hay una dificultad que se desprende del análisis de la sociedad unidimensional y que apunta hacia los agentes del cambio cualitativo. El proletariado ya no es el agente de cambio, no tiene la conciencia de clase que Marx le otorgaba y que le daba el carácter de clase. La posibilidad estaría en los jóvenes, en los cuales se reduciría la represión por su status de “recién llegados”. En ellos se daría la revolución tanto política como instintivamente. En su protesta radical estaría la base para la construcción de un movimiento internacional y global basado basado en la solidaridad como necesidad biológica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotación inhumanas. Esto sólo puede partir de una educación de la conciencia para llegar a observar y sentir el crimen contra la humanidad que representa la sociedad unidimensional.

4. LAS POSIBILIDADES FILOSÓFICAS

4.1. CRÍTICA.

El hombre unidimensional es un análisis grandioso de la sociedad industrial, por lo menos de sus áreas más industrializadas. Quizá un análisis más actual en vez de corregir sus tesis debería graduarlas para poder describir zonas y subculturas parcialmente industrializadas y parcialmente subdesarrolladas. Su canto al cambio cualitativo es coherente con el análisis de la sociedad aunque entre en conflicto con él (de esto hablaremos en le siguiente apartado). De todas formas, es en el contexto de de su revisión de Freud donde vamos a centrar la crítica. No sabemos de dónde deduce Marcuse que existe/existió/existirá una sociedad sin represión. Quizá tampoco esté fundamentada la visión freudiana, pero el caso es que Freud no postula una utopía donde las necesidades naturales de armonía y belleza se satisfagan y la vida sea igual a su propio fin. Quizá la teoría social necesite un finalismo de este tipo pero no creo que sea bueno siquiera colocarlo en una realidad psicológica. Freud podía observar esa realidad psicológica en la realidad que observaba (aunque estuviese mediada por la teoría) sin embargo Marcuse promete un paraíso en la tierra con base en una realidad humana no observable. Quizá la teoría crítica no necesite ese optimismo, los castillos grandes caen con más estrépito y cuanto más bellos son más horrible es contemplar sus escombros. De hecho, su descripción de la conciencia unidimensional pierde su carácter esquemático y separa la sociedad en los rebeldes y en los imbuidos, en una suerte de maniqueísmo que no ayuda al cambio social basado en la solidaridad y que lo invalida formalmente por no pertenecer la necesidad del cambio a toda la sociedad.

Por otro lado, la vía de la alternativa, el paso de una crítica radical a la construcción de una nueva sociedad, no está muy claro. Quizá por miedo a pertenecer al “crimen contra la humanidad” Marcuse no ha querido entrar al debate de la acción liberadora y el recurso a la violencia. Quizá por eso la intelectualidad no puede cambiar el mundo, hablamos otro idioma…

4.2. LAS POSIBILIDADES DE REFORMULACIÓN DE LA TEORÍA CRÍTICA COMO FORMAS DE POSIBILIDAD DEL CAMBIO CUALITATIVO

El reto de la teoría social, al contrario que la teoría metafísica, es su validación: es la realidad la que refuta en nada una teoría, un desafío político. La teoría crítica lo ha sufrido, y antes que ella, el marxismo. Éste, con su realización concreta, ha destruido no sólo la fe, sino la confianza en el acto revolucionario. La teoría crítica ha envuelta, con el fracaso del Mayo del 68, toda teoría emancipatoria en un halo de sentimentalidad y mal-llamado idealismo. El mundo ya no se toma en serio la revolución, en tal caso sólo para temerla. Sin embargo, ¿cómo incide este hecho en la validez cognoscitiva de la filosofía? A mi modo de ver sólo la mantiene en su carácter filético. La distancia entre teoría y praxis tiene ahora un carácter definitorio de la filosofía práctica: la distancia es la que marca la dirección de la filosofía, es más, es la que la sostiene, la que la convierte en lo que es. Toda filosofía no puede ser más que una reformulación de la anterior basada en los nuevos problemas. Los problemas, en este caso, no son sólo los sociales concretos, sino los que ya abrieron los románticos, los ilustrados y Marx sobre la acción práctica, la libertad y el significado de la historia. Toda filosofía debe tener una forma que determine sus posibilidades y se le otorga por la aplicación de formas anteriores adaptadas a problemas actuales y por la actualización de problemas anteriores a través de circunstancias actuales. La forma actual de la filosofía sólo puede ser heredera de la kantiana, los problemas sólo pueden ser los sociales, que son los problemas tradicionales de la filosofía práctica, pero adaptados al desafío político concreto y emancipatorio. La forma actual de la filosofía pasa por ser la de las formas de posibilidad del cambio cualitativo.

¿Por qué formas de posibilidad? ¿Es un modo de curarse en salud ante el inminente fracaso? ¿Es que la teoría no toma responsabilidades? Se trata del a priori porque es lo que podemos conocer, es lo único que produce la epagojé y la única fuente de conocimiento filosófico. Aún resuenan las palabras de Heidegger: “La filosofía no puede aportar jamás de una manera inmediata las fuerzas o crear las formas de acción o condiciones que susciten una acción histórica”. Quizá tenga razón, pero ese canto al inmovilismo está dotado de fuerza conservadora y ya pertenece a una filosofía práctica. La filosofía, eso es cierto, no puede anticipar hechos más que aquellos que se siguen de las formas de posibilidad. Al ser, bajo la estructura de formas de posibilidad, la filosofía una metafísica, lo que hace es anticipar los términos en que toda discusión y toda lucha tendrá sentido y relevancia.

Tenemos un carácter filético sin el cual no podemos hablar de filosofía. Éste ya existe en Marcuse y, a mi modo de ver, es el tema principal de El hombre unidimensional. La necesidad del cambio trae implícita la necesidad del análisis de la sociedad industrializada, pero ese análisis, reducido a sus elementos más estereotipados y esquemáticos, no deja abierta la vía del cambio: los únicos agentes de cambio no lo son, por falta de poder material pero el caso es que no lo son, se les atribuye un nombre que no merecen. No hay agentes de cambio. Sin embargo se afirman. Esta afirmación es una opción pero entra dentro del marco filosófico: utilizando nuestro lenguaje para responder a problemas insolubles se llega a un discurso inconsistente pero necesario por su fin irrenunciable. Esta relectura de la filosofía que debemos a Heidegger es un componente que ahora debe de estar implícito y que debe guiar la reflexión filosófica. Marcuse lo explicita de algún modo y es una circunstancia necesaria no sólo por la inevitabilidad del fracaso sino por el desafío que se lanza: la utopía está aún más lejos y, por tanto, la acción es más necesaria.

Como un primer esbozo de esta nueva filosofía, El hombre unidimensional representa la forma de posibilidad de la filosofía como desafío político, de la reformulación de filien de la filosofía como filopoliteia, basado en el sueño que debería guiar ya toda empresa humana de que otro mundo es posible y lo vamos a construir nosotros.

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