sábado, 28 de febrero de 2009

PERFIL 3

Diana Calle

Soy estudiante de comunicación social de séptimo semestre con gran amor hacia la lectura y gran fascinación por re leer a escritores como Viktor Frankl, Rogers, Hermann Hesse, Sabato, Krishnamurti, Milan Kundera, Dickens, para nada Freud desde que Jung le dio una mirada mas humana y aterrizada a sus teorías, Bertrand Rusell, Christina grof, Erich Fromm, Octavio Paz, Walt Withman, Eco, Santiago Rojas, Saint Exupery con la obra de mi infancia que no hace falta decir cual es; el balsamo de mi adolescencia: Dostoyevski, las copias que me mandan algunos de mis profesores, las cartas de mi padre entre y entre otros autores que se me escapan en este momento.

Me gusta cierto matiz de la política pero nada de la politiquería, creo en la psicología Gestaltica, me encanta la buena comida poco me gusta el vino y mucho menos los noticieros. Me encanta la soledad para divagar entre pensamientos que me lleven a buenas reflexiones. me fascino con la gente alegre desde las entrañas y no desde la mascara. Me incomodan los charlatanes de la misma manera que los resentidos y los que no son capaces de amargarse solos y buscan tirar sus problemas al vecindario.

Me gusta el teatro y comer fresas con fondue escuchando a los Beatles, Bach, Facundo o los cuentos que me faltan de Bucay.

me encantan los cuentos y mucho màs antes de ir a domir.

jueves, 26 de febrero de 2009

primera parte entrevistaenfoque economico

2 parte entrevista enfoque historico

mapa andres bonilla


Una mirada mas proxima por los estudiantes

Todo fenomeno y/o idea dentro de una sociedad tiene un porque y tiene unos sucesos previos que determinan el presente.
La masificacion dentro de un enfoque tanto historico como economico, es un fenomeno que determina las relaciones sociales entre grupos, por su grado de cohesion y que tuvo unos sucesos previos a el.
Nos sorprendimos mucho al entrevistar al sociologo y al economista, cuando uno de estos nos dio su enfoque historico, y nos mostro un lado que no habiamos visto mucho antes de la crisis del 30, cuando el señor feudal reinaba sobre las tierras y los campesinos trabajaban en ellas, ahi veimaos una diferenciacion dentro del campo y luego con la revolucion agraria se da el surgimiento de dos clases sociales : la burguesia y el proletariado. Es ahi donde nos damos cuenta que la masificacion no es un fenomeno tan reciente y que no solo el homre contemporaneo ha vivido las caracteristicas de ese. Esto nos muestra de uno u otra forma que el destino de nuestra humanidad esta sumamente marcado.
Cuando nos preguntabamos, si ¿era necesario dentro de una sociedad, la discriminacion?, caimos en cuenta del factor economico, decisivo en este fenomeno, donde los marginados llegaban a la ciudad como agentes anomicos, y la concentracion del poder en unos ya establecidos, hacia posible la imposicion de sus normas y constumbres.

martes, 24 de febrero de 2009

perfil 2

Andres Fernando Bonilla Torres
Universidad Autonoma de Occidente
semestre 6
edad 22 años

perfil 1


Laura Maria Palomino

2075190

Universidad Autonoma de Occidente

Estudiante de comunicacion social y periodismo 4 semestre

Cali- valle

Me gusta leer, y como a muchos otros me encanta Gabriel Garcia Marquez, m egusta ocupar mi tiempo en lo que sea, pero no me gusta no tener que hacer, mi vida transcurrre en un estado de crisis constante.
Soy como todas las personas , no me gusta madrugar pero me encanta trasnochar, tomar cafe y conocer lugares nuevos.
Soy extremadamente iaquierda del gobierno actual, y no como entero lo que me dicen los medios, me encanta la comida criolla, y todo lo que tenga que ver con esta tierra.
Estudio comunicacion Social por que es lo unico que se hacer, escribir y opinar y desde muy pequeña tengo definido lo que quiero ser.

lunes, 23 de febrero de 2009

analisis y opinion




En todo el oriente caleño, sobre las montañas infinitas donde pega el sol y en casi los limites de la ciudad, el ciudadano observa con detención unas casas que de lejos se ven como un pesebre.

La realidad tal ves este muy lejos de esta idea, dentro de las ciudades contemporáneas se vive aun un fenómeno que desde el pasado nos acecha, dos grupos viven en enfrenamiento y es ahí donde podemos unir a dos personajes, a dos escritores y analistas de la sociedad, Jose Luis Romero y Norbert Elias se unen para explicar una realidad muy próxima. En nuestras ciudades siempre ha existido la mal llamada “lucha de clases” donde un grupo de establecidos, con una historia y unas normas en común, se ven apretados en un estructura social por unos recién llegados o marginados, que nada tienen que ver con su identidad y su ciudad.

El fenómeno de la masificación no solo se da ahora con el hombre contemporáneo, alguna ves en el colegio leí un ensayo sobre la revolución industrial y ahora la recuerdo como claro ejemplo de que este fenómeno es pasado, hace muchísimo tiempo, cuando los señores feudales regían el destino de todos los campesinos en Inglaterra, la revolución agraria llego como una avalancha a cambiarlo todo. De repente la demanda de lana desmovilizo a la gente de sus tierras en el campo y la nuevas clase Burguesa surgió, los terratenientes y los dueños de fabricas eran ahora los dueños y señores de todo cuanto existía, y la clase proletariada, en donde los campesinos y asalariados vieron a la ciudad como una oportunidad mas para subsistir.
La industrialización se daba pues en las grandes ciudades y la oferta de trabajo era cada ves mas grande, la maquina fue el gran factor del cambio, y con ella cambio también la institución y estructura social que antes había, ahora se protagonizaba la lucha entre dos grupos la burguesía y el proletariado.
Pero como era de esperarse, el trabajo empezó a escasear y surgieron masas excluidas, nacieron los mendigos, y con los asalariados surgieron los sindicatos, las condiciones de trabajos y poco a poco el mundo que el hombre conocía fue cambiando.
Alguna ves un sabio dijo que se necesitaba de una

Revolución para cambiar la estructura social de algún lugar, yo pienso que muchos factores pueden influir en ello pero que si bien es cierto que siempre van a existir dos polos de lucha. Es casi imposible que todos seamos iguales y que todos vivamos bajo las misma condiciones de vida, siempre se inventara una excusa siempre habrá algún factor para excluir, no se si sea culpa de las ansias y las ganas de poder o la necesidad de sentirnos mejor rebajando a los otros a un menor grado, bien dicen que decirle a alguien pobre no te hará mas rico y decirle a alguien flaco no te hará mas gordo

mapa conceptual laura palomino 2075190

miércoles, 18 de febrero de 2009

terminologia

La terminología usada en sociología en dichos casos de establecidos y marginados como por ejemplo diferencias raciales son solamente signos de una defensa ideológica, como sea en relaciones entre estos dos grupos que no tienen que ver con diferencias raciales ni étnicas podemos encontrar rasgos similares a casos que si poseen dichas diferencias. Algunas diferencias físicas sirven como una especie de contraseña que permite identificar a un grupo de marginados y establecidos como tales.

La dinámica en la relación de establecidos y marginados está basada por el tipo de entrelazamiento y no por características, es así pues como se ve una ideología, ósea ideas que identifican diferencias, narraciones que se construyen con las que dichos grupos se identifican.

jueves, 12 de febrero de 2009

IMAGEN


WIKIPEDIA

Analisis de la lectura Las ciudades masificadas


La masificacion de las ciudades latinoamericanas constituye un fenomeno que se ha hido dando por todo el mundo y cuyos antecedentes radican en la crisis de 1930 donde se dio un caos total en cuanto a lo economico y lo social, la gente que vivia en el campo se vio obligada a salir a las ciudades en donde se les ofrecia una mejor vida, y los llamaba con su modernidad, su supuesta oferta de empleo y su cultura. Se dio entonces un cambio en la sociedad, con un desproporcionado crecimiento de la poblacion, en donde los nuevos personajes llegaron para quedarse, e intentar adaptarse. Como consecuencia de estos nuevos vecinos, se da un crecimiento en los indices de violencia, del comercio, la inseguridad y diversos problemas sociales.
Aparecen pues entonces dos nuevos conceptos, los llamados "sociedad Normalizada" que eran las personas que ya estaban ahi establecidas, con unas normas en comun y que se llamaban asi mismo como los establecidos. Y una sociedad anomica en donde las clases populares, estaban conformadas la mayoria de las veces por los nuevos integrantes, habitantes de sitios marginados.




UN ABRE BOCA A LA CRISIS DE 1930
Felipe Pigna. Historiador
fpigna@clarin.com

No fue de golpe sino de a poco, sin prisa pero sin pausa como la gente se fue quedando sin trabajo. El discurso oficial hablaba de una grave crisis económica frente a la cual había que ajustarse el cinturón y estaba claro a qué cinturas iba a afectar el nuevo "ajuste". Algunos hipócritas buscaban como siempre transformar a las víctimas en victimarios y pretendían socializar las culpas para que los verdaderos culpables mantuvieran intacta su proverbial impunidad.

El ministro de Hacienda exhibía orgulloso ante los factores de poder su obra de gobierno: "Alrededor de 20.000 personas han sido separadas de sus puestos por razones de economía en los distintos ministerios, sin contar las reparticiones autónomas en las que las cesantías fueron también apreciables, como el Consejo Nacional de Educación con 14.000. Había sido posible llevar mucho más lejos esta cifra. Pero es evidente que en los momentos actuales la aplicación de esta idea hubiese traído consigo serias perturbaciones sociales que deben evitarse a toda costa" (1).

La crisis era importada. Venía de Nueva York, más precisamente de Wall Street, la capital financiera de un país que confiaba en el progreso indefinido y que pocos meses antes de la catástrofe había animado al presidente Hoover a decir: "En los Estados Unidos nos encontramos en esta hora más cerca que cualquier otro país del triunfo definitivo sobre la pobreza" (2). A fines de octubre de 1929 comenzó el derrumbe inesperado que se transmitió como una epidemia a todo el mundo capitalista.

Los países centrales trasladaron los efectos negativos de la crisis hacia los periféricos como la Argentina. Ellos fijaban los precios de nuestros productos y decidieron bajarlos considerablemente. Los pequeños productores, que habían tomado préstamos hipotecarios para sembrar y pensaban pagarlos con el producto de las cosechas, pronto advirtieron que por la rebaja unilateral de precios impuesta por EE.UU. y Gran Bretaña, para ganar lo mismo tenían que producir y vender un 40% más y absorber los costos que ello implicaba. La mayoría no pudo afrontar su situación, sus campos fueron ejecutados y apropiados por los bancos y tuvieron que dejar el campo en busca de oportunidades económicas. Peor aún sería la situación de los peones de estos campos, familias enteras que comienzan a migrar hacia las ciudades expulsadas por el hambre.

Los efectos de la crisis comenzaron a sentirse en nuestro país a comienzos de 1930 y se constituirán en factores desencadenantes del golpe encabezado por el general José Félix Uriburu y dirigido por las grandes fortunas del país y sus aliados extranjeros. Los meses que siguen hasta el 6 de setiembre de aquel año serán de agitación e incitación descarada para la intervención militar. La dictadura de Uriburu defraudará las expectativas de los sectores medios que lo habían apoyado, aplicando durísimas medidas de ajuste y recesivas comenzando por la expulsión de decenas de miles de empleados públicos. En la ciudad empezaban a aparecer las industrias, no como producto de un plan industrial, sino como una respuesta a la falta de divisas para comprar los productos importados.

Va naciendo así la industrialización para sustituir a las importaciones. Serán estas fábricas las que comiencen a demandar mano de obra y a ellas se dirigirán los miles que llegan desesperados desde el campo.

Mientras que en los Estados Unidos y en otros países capitalistas, el Estado intervino decididamente en la economía para paliar los efectos de la crisis y sostener al sistema y, a la vez, tuvo un protagonismo importante en el área social preocupándose de la situación de los desempleados y de los más perjudicados por la crisis, con políticas de empleo y de vivienda, en la Argentina no hubo planes habitacionales ni de fomento del empleo, no se construyeron en los niveles necesarios hospitales ni escuelas, ni se realizaron campañas nacionales de medicina preventiva.

Ante el desamparo, irán apareciendo las primeras villas miseria, como la llamada Villa Desocupación de Retiro. En Puerto Nuevo floreció el "Barrio de las latas" y Buenos Aires comenzó a poblarse de viviendas precarias e insalubres. En 1932, el gobierno del general presidente apellidado paradójicamente Justo, que sucedió fraudulentamente a Uriburu, erradicó la Villa Desocupación porque le daba "mal aspecto" a la capital sin darles ningún nuevo destino a sus ocupantes.

Se hace un censo de desocupados en 1932, que indica que hay 393.997 desempleados. Scalabrini Ortiz pone en duda la seriedad de esas cifras re cogidas "por la Policía, que fue de puerta en puerta indagando la existencia de haraganes obligados, que todos negaban por temor a que quisieran encarcelarlos. (...) Hay en Argentina más de tres millones de hombres inactivos, que vegetan perseguidos por la Policía, la crítica de los diarios y la más indigna miseria" (3).

La desocupación llevó a una rebaja muy fuerte en los salarios y al empeoramiento de las condiciones de trabajo. A los "privilegiados" que conseguían o mantenían sus trabajos, se les redujeron los sueldos y se les aumentaron las horas de trabajo, y, como suele ocurrir, se incumplieron las pocas leyes laborales vigentes en aquel momento. Pero eso sí, honrando "la noble tradición argentina" de cumplir con "nuestros compromisos internacionales", el presupuesto de aquel mismo año destinaba el 35,5% del dinero del Estado a pagar la deuda externa.

El doctor Alfredo Palacios realizó un notable viaje por las provincias argentinas a mediados de la década del 30 y pudo comprobar con gran tristeza que las condiciones económicas y sociales descriptas por el doctor Juan Bialet Massé en 1902 en su famoso Informe sobre el estado de las clases obreras en Argentina, se habían agravado 30 años después: "Los niños tristes, de poco peso y de poca talla van a ser pronto los jóvenes que rechazará el Ejército. No es ésta una afirmación sin fundamento. Aquí está la prueba que me ha sido entregada por el teniente coronel Rodríguez Jurado, jefe del distrito militar número 61. Consta que el 45% de los jóvenes de 20 años, presentados para hacer el servicio militar fueron rechazados por debilidad constitucional, falta de peso, de talla o de capacidad torácica. Ya veremos cómo en algunas otras provincias el porcentaje de los inútiles, total o parcialmente, alcanza el 64%" (4).

Por aquellos años se incrementó notablemente la actividad delictiva, no sólo en las esferas gubernativas sino también en las calles. La inseguridad acechaba a los argentinos. Una inseguridad que comenzaba para la mayoría por no saber qué iba a ser de ellos al día siguiente. Aquella inseguridad iba a comenzar a buscar certezas en la lucha por terminar con la miseria y la injusticia.


Causas
Son muchas las causas esgrimidas para explicar su estallido y persistencia. Es un hecho claro que el fenómeno se inició en Estados Unidos, tras una década de crecimiento económico, incremento del endeudamiento y especulación bursátil, con beneficios rápidos y fáciles. Habitualmente se señala como primer síntoma claro, o como detonante -dependiendo de interpretaciones-, de la Depresión el 24 de octubre de 1929 ("Jueves Negro"), con el desplome de la bolsa de Nueva York y la pérdida vertiginosa del valor de las acciones allí cotizadas, aunque la contracción de la economía había comenzado en el primer semestre de 1929. El desplome del precio de las acciones fue extraordinariamente intenso, alcanzando tintes dramáticos. Gran número de inversionistas vieron cómo su dinero, en muchos casos tomado a crédito, se volatilizaba en cuestión de días. El 'crash' bursátil motivó una reacción en cadena en el sistema financiero, con numerosos bancos que empezaron a tener problemas de solvencia y de liquidez al acentuarse la desconfianza en su capacidad de rembolsar a los depositantes.
WIKIPEDIA

La historia de José Luis Romero
"La historia es comprensión, y su enseñanza debe proporcionar los elementos para alcanzarla. Con eso se modera el riesgo inevitable del maniqueísmo."

Para José Luis Romero la historia era una sola y creía que comprendiendo la totalidad sería más fácil entender cada uno de sus segmentos: por aquí pasa uno de los aportes más originales del fallecido historiador. La semana pasada se cumplieron treinta años de la muerte de este Doctor en Historia y especialista en Historia Romana y Medieval, que se ocupó de pensar nuestra historia como un segmento más dentro de la historia de toda la cultura occidental. Sin dudas, por su modalidad intelectual, trascendió la condición habitual del historiador: Romero era además un notable ensayista, un intelectual ocupado en interpretar los hechos del mundo en el que vivía.

Un poco de historia

José Luis Romero nació en 1909 en la Ciudad de Buenos Aires y entre 1929 y 1934 desarrolló sus estudios universitarios en La Plata. Su tesis final fue sobre Los Gracos y la formación de la idea imperial. Posteriormente, fue becado por la Fundación Guggenheim de Nueva York (Estados Unidos) y profundizó sus estudios sobre la Edad Media y los orígenes de la idea del burgués.

Regresó al país en 1951 y fue, por algunos años, profesor de Historia en varios colegios secundarios. Dictó, además, cursos especiales en distintas universidades nacionales, y enseñó Historiografía de la Historia en la Facultad de Historia y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Por esa época, también fue adscripto al Instituto de Historia de la Cultura Española de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y profesor de Historia Social e Historia Medieval en la misma casa de estudios.

En 1955 fue por seis meses rector de la Universidad de Buenos Aires, donde tuvo una decisiva participación en la creación de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba). Promovió la creación de la Cátedra y el Centro de Estudios en Historia Social -por donde transitaron muchos investigadores y desde donde se promovieron algunas valiosas experiencias de trabajo interdisciplinario- y en 1963 fue elegido decano de la Facultad de Filosofía y Letras, cargo que ocupó hasta 1966.

También fue -desde 1949 y, con interrupciones, hasta 1973- docente de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, donde tuvo la oportunidad de trabajar con el notable sociólogo de origen italiano Gino Germani, impulsó la entonces recién creada Facultad de Humanidades y Ciencias y en 1963 fue nombrado Doctor Honoris Causa.

En 1975 fue convocado para integrar el Consejo Directivo de la Universidad de las Naciones Unidas, con sede en Tokio, donde falleció en 1977.

La enseñanza de la Historia, según Romero

En diciembre de 1973 la revista Crisis publicó una serie de entrevistas realizadas a distintos intelectuales locales, como Osvaldo Bayer, Fermín Chávez, Norberto D'Atri, Enrique de Gandía y José Luis Romero, entre otros. La pregunta común era: ¿Se enseña en la Argentina la historia real del país?

Si bien cada uno argumentó su respuesta, fue Romero quien además de dar su opinión se permitió reflexionar sobre la ciencia histórica misma. "Si se tratara de condensar en una frase mi respuesta, bastaría decir que la historia se enseña muy mal en todos los grados de la enseñanza. Pero me apresuro a agregar que la culpa no es de los maestros y los profesores: es de la ciencia histórica misma, cuya estructura epistemológica y cuyas peculiaridades generales plantean problemas graves y casi insolubles".

"Tanto en la escuela primaria como en la secundaria la historia no se enseña como una ciencia sino como una disciplina destinada a crear, o a fortalecer, o a negar, una imagen del pasado que conviene a la orientación predominante. Y esto ha ocurrido siempre, porque la historia es la conciencia viva de la humanidad y de cada una de sus comunidades, y nadie podría prescindir de su apoyo para defender su propia imagen y su propio proyecto de vida."

Luego de esas primeras ideas, Romero se refiere más en detalle a la enseñanza de la Historia y postula las dificultades de la cuestión en la escuela primaria, por un lado, y en la enseñanza media, por el otro. Y se propone además responderse otro interrogante: ¿Qué es pensar históricamente?

"En el caso de la escuela primaria es más difícil aún -decía Romero- porque aunque se aconsejara una exposición objetiva y neutral de los hechos, no se puede contar con que el niño haga su propio juicio, y lo más seguro es que los hechos resulten juzgados con la óptica de los padres o del círculo donde el niño se mueve."

"En el caso de la escuela secundaria el problema es un poco menos complicado. En ella es claro que la simple enseñanza de los hechos políticos no enseña a pensar históricamente. Y esto es lo que, en la medida conveniente, debe empezar a hacerse. Qué es pensar históricamente, es cosa difícil de explicar en pocas líneas. Pero aún a riesgo de caer en un simplismo, yo diría que consiste principalmente en acostumbrar a examinar el revés de la trama. Es importante que se enuncien los hechos políticos, y no me niego a que se repitan de memoria, aunque sea un mecanismo odioso. Lo importante es que se le dé al adolescente algo más: algo que lo incite a buscar qué hay detrás del puro episodio. Esto supone que los profesores y los autores de textos partan del principio de que el análisis histórico debe referirse a procesos y no a hechos."

Finalmente, Romero sintetiza su pensar acerca del hacer docente, y explica que el maestro debe ayudar a los alumnos a comprender la Historia: "Quizá el único consejo que podría darse -muy difícil de seguir, por lo demás- sería tratar de internalizar el principio de que pertenece a la tradición del país todo lo que el país ha hecho, sin exclusiones, y que conviene ser moderado en la división maniquea entre buenos y malos. Pero, como se ve, es un consejo difícil de seguir y más difícil de postular, puesto que no puede aconsejarse a nadie que se acostumbre a renunciar al juicio moral."

"Llegar a comprender que los episodios espectaculares de la historia no pueden comprenderse sin entroncarlos en lentos y oscuros procesos subterráneos que se refieren a la vida de las sociedades, a su organización económica y a su creación cultural, es cosa a la que puede ayudar un buen profesor sin requerir de sus alumnos un excesivo esfuerzo de abstracción. No dudo de que también se puede caer por esta vía en un simplismo escolar; pero no es un simplismo deformante, sino una forma elemental de los planteos que hoy hace la ciencia histórica."

Romero, un reconocido intelectual

Autor de numerosos ensayos y artículos periodísticos y de más de una decena de libros sobre historia europea y argentina, Romero escribió La revolución burguesa en el mundo feudal, Crisis y orden en el mundo feudoburgués, El ciclo de la revolución contemporánea, Las ideas políticas en la Argentina, El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, La Edad Media, Mitre, un historiador frente al destino nacional, La historia y la vida, Las ideas políticas en Argentina, Argentina: imágenes y perspectivas y El desarollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX.

En una entrevista realizada en 1988 al historiador italiano Ruggiero Romano, el europeo se refiere a la figura de José Luis Romero. "Para mí Romero es uno de los grandes. Creo que conocí bastante gente bien en mi vida, conocí a Croce, Chabod, Lucien Febvre, Braudel, Labrousse. Para mí alguien como Romero está entre estos grandes, ni más ni menos".

"Podría decirse que toda su obra proviene de dos fuentes o impulsos -resume un periodista-:Una profunda vocación histórica y una permanente inquietud por los problemas de su tiempo y su mundo. Historia y compromiso podría ser la fórmula que expresara su actitud intelectual básica."

Fuentes: http://www.educ.ar/educar/superior/biblioteca_digital / http://www.elhistoriador.com.ar / http://gacetaiberoamericana.com / http://www.sigloxxieditores.com.ar / http://www.todo-argentina.net

Jose Luis Romero


José Luis Romero (Buenos Aires, 1909 - Tokio, 1977) fue un historiador argentino doctorado en la Universidad Nacional de La Plata, con una tesis sobre Los Gracos y la crisis de la república romana. Se dedicó luego a la historia medieval y desarrolló una larga investigación sobre los orígenes de la mentalidad burguesa, que culminó en sus dos obras mayores: La revolución burguesa en el mundo feudal y Crisis y orden en el mundo feudoburgués.

Paralelamente, y en su calidad de historiador y de ciudadano -militó en el Partido Socialista-, se dedicó a la historia argentina y escribió en 1946 una de sus obras clásicas: Las ideas políticas en Argentina. Enseñó en las universidades de La Plata y de la República (Montevideo). Desde 1958 lo hizo en la Universidad de Buenos Aires, donde fue Rector interventor en 1955 y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras en 1962. Allí fundó la cátedra de Historia Social General, que tuvo una influencia decisiva en la renovación historiográfica de la década de 1960. Influyó notablemente en numerosos historiadores como Jaime Garnica.

En 1975 fue convocado para integrar el Consejo Directivo de la Universidad de las Naciones Unidas, con sede en Tokio, donde falleció en 1977. En 1976, poco antes de morir, completó el libro Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, que proyecta sobre América latina su experiencia de europeísta.
WIkipedia.com

José Luis Romero, la vida histórica en las ciudades


Domingo 25 de febrero de 2007 | Publicado en edición impresa La Nacion
José Luis Romero fue un hombre con apetito de proyectos. Asombra contemplar, a treinta años de su temprana muerte, los registros que marcaron esa trayectoria: la obra abundante que osciló, en un amplio arco, entre los estudios consagrados a la Baja Edad Media (sin desconocer los atinentes a la historia antigua) y el conjunto de estudios acerca de nuestra circunstancia argentina y latinoamericana. Así, con ese espíritu en plena ebullición, se despidió de este mundo. Romero era ante todo un trabajador, artesano por donde se lo mire y constructor de cimientos donde hospedar después el saber histórico. Pero poco se entendería esa inclinación a fijar en grandes síntesis los hallazgos de una época y de respaldarlos con la ayuda de una prosa que fue madurando con el paso de los años, sin destacar el impulso de un entusiasmo riguroso ante las vicisitudes de su tiempo.

Muchas veces me he preguntado acerca de qué hubiese producido semejante personalidad en contextos más benignos. Tarea por cierto ilusoria. El mismo Romero, pocos meses antes de su muerte, en las conversaciones que mantuvo con Félix Luna, declaraba no entender, por inútiles, las variaciones "contrafactuales" de esas historias alternativas que imaginaban (e imaginan) algunos historiadores. Qué hubiese ocurrido si...: en los hechos, nada; y son los hechos y la representación que los actores hacen de ellos -sobre todo aquellos capaces de revivir el pasado a través de la palabra escrita del testigo y de quien recrea mediante su imaginación aquellos escenarios- los que fueron delineando en el curso de cuatro décadas, codo a codo con el compromiso cívico, el perfil de esa vida con sus resultados y programas, siempre pendientes, volcados hacia el futuro.

Desatar los nudos de la historia: en el Epílogo a El ciclo de la revolución contemporánea (1956), Romero consigna una cita de Paul Valéry que pinta de cuerpo entero esa intencionalidad. "El porvenir -decía Valéry- no tiene imagen. La historia le proporciona los medios para ser pensado". Romero apuntaba que "nos ha tocado una edad dura, a la que no sostienen las escondidas certidumbres de Isaías o de Casandra". Un período, en suma, sin los agarraderos de antaño. "No nos queda, pues, -concluía Romero- para calmar nuestra inquietud sino la reflexión histórica, una reflexión ahincada y tenaz, de cuyos frutos puede esperarse, al menos, esa medida certidumbre que proporciona la inteligencia, apenas eficaz frente a las impensables contingencias del sino histórico."

Tal vez se entienda mejor esta obsesiva apelación a la inteligencia, extraída de una tríada formada por el pasado, el presente y el porvenir, si reconstruimos la idea que tenía Romero acerca de "la vida histórica". De esta línea de investigación, felizmente, nos ha quedado un breve artículo recuperado por Luis Alberto Romero en una recopilación de textos de su padre en torno a los problemas del conocimiento histórico ( La vida histórica , 1988). Concepto atrayente y, a la vez, difícil de captar con el golpe de vista de un breve artículo, la vida histórica es algo semejante a la articulación vital de los individuos, grupos, colectividades y naciones a través de la tríada que acabamos de señalar más arriba. La vida histórica alude, obviamente, al pasado, pero no se la puede entender en ausencia de la relación inescindible de cada uno de nosotros con un presente que, inevitablemente, preanuncia un porvenir. El tiempo, el transcurso y el cambio, elementos básicos de la condición humana, se articulan así en tres dimensiones conceptuales con las cuales Romero desarrolló su oficio de historiador: el sujeto histórico, la estructura histórica y el proceso histórico.

Este juego circular entre un punto de partida del conocimiento histórico que, a la vez, es meta de llegada adquiere una tonalidad análoga a la de Domingo F. Sarmiento en el siglo XIX y a la de Henri Pirenne en la última centuria. Para decirlo sin vueltas: tanto Sarmiento como Pirenne forman parte de un conjunto de maestros del ensayo e historiadores profesionales seducidos por el papel que la ciudad desempeña en la historia, por su creación y recreación como producto eminente de la acción humana. En la ciudad, el pasado se transforma según una pluralidad de dialécticas que resiste cualquier forma de reduccionismo. La ciudad es pues sujeto, estructura y proceso abierto en la historia.

El encuadre propuesto debía servir de preámbulo para dar cima a una averiguación ambiciosa, por la densidad y amplitud del tema, acerca del desarrollo de la ciudad en el mundo occidental, desde sus orígenes en la antigüedad tardía hasta abarcar los desenvolvimientos más recientes. No pudo Romero coronar enteramente este proyecto, pero en su lugar nos dejó sus dos mejores libros, ambos inscriptos, como el proyecto primigenio, en un amplio panorama: La revolución burguesa en el mundo feudal y Latinoamérica: las ciudades y las ideas. A Sarmiento le encantaban las metáforas aplicadas a los viajes: viajaban los hombres, viajaban familias y sociedades al conjuro de la inmigración y viajaban también las ideas. Romero nos invita a emprender un viaje semejante en el que, a diferencia del estrépito que estalla en el recorrido de Sarmiento, campea un método preciso y una prosa en plena disposición del arte narrativo.

Es que la ciudad, como realidad histórica y representación ideológica, también viaja: es sujeto de la historia en dos mundos -el viejo y el nuevo-; es el contorno donde se estructuraron en ambos continentes sucesivas formas de conflicto y convivencia; y es el disparador que abrió curso a un proceso urbano -político, social, económico y cultural- que aún no ha concluido. Para desenvolver este argumento, Romero conjugó, en Latinoamérica: las ciudades y las ideas , dos métodos de trabajo. Con el primero, fijó en términos sincrónicos cinco tipos de ciudades: las ciudades hidalgas de Indias, las ciudades criollas, las ciudades patricias, las ciudades burguesas y las ciudades masificadas; con el segundo, introdujo en estos cinco estadios del proceso histórico una dialéctica entre realidad e ideología, designios y resultados no queridos, que exigía de parte del historiador poner a punto el relato de los hechos y el relato de las ideas.

Esta confluencia de dos vertientes clásicas del conocimiento histórico -la sincrónica y la diacrónica- infunde a este libro una resuelta contemporaneidad. El caso de la Argentina es, al respecto, un ejemplo que vale la pena recapitular, sobre todo con relación a los conflictos de nuestros últimos años. La característica principal de la ciudad burguesa y de la ciudad masificada en nuestro país es que en ellas se desencadena un proceso "aluvial", como lo denominó Romero en 1946 en su ensayo Las ideas políticas en Argentina . Aluvial por el formidable impacto de dos procesos de inmigración (el primero proveniente de Europa; el segundo de nuestro mundo rural y el de los países limítrofes) que transformaron nuestras ciudades a partir de los dramáticos cambios que sacudieron, en primer lugar, a Buenos Aires y a Rosario.

El adjetivo aluvial se refiere a una afluencia grande de personas. Un aluvión evoca entonces un espacio en el que predomina lo improvisado y lo heterogéneo. Al enfocar con más detalle la trama de nuestras ciudades, Romero subraya con énfasis estos atributos. En las metrópolis de nuestro litoral despuntó hacia 1880 una mudanza de enormes contingentes poblacionales. La "ciudad burguesa" recibió a los inmigrantes de ultramar y cuando todavía ese proceso no había terminado, mientras crujían las estructuras tradicionales de la "ciudad criolla", se puso en marcha, cincuenta años después, el desplazamiento de las poblaciones rurales que buscaban cobijo en esas ciudades apenas constituidas bajo el apotegma alberdiano de "gobernar es poblar".

Los efectos de este cambio están a la vista en estos comienzos del siglo XXI. En el paisaje social de las "ciudades masificadas y escindidas" se manifiestan las contradicciones entre dos sociedades contenidas en una misma ciudad. Por un lado, una "sociedad normalizada" según los cánones de una vida con acceso a la propiedad, al trabajo formal, a la educación y al disfrute de los bienes propios de una sociedad avanzada; por otro, una "sociedad anómica", ubicada más allá de los "abismos sociales" que la separan de la primera, herida por sentimientos de privación. "Contrapuestas las dos sociedades -escribe Romero- en casi todas las metrópolis y ciudades donde se formó una masa de doble origen, externo e interno, la oposición se materializa en el ámbito físico. La metrópolis propiamente dicha es de la sociedad normalizada y los rancheríos de la sociedad anómica, aunque, en el fondo, los dos ámbitos están integrados y no podrían vivir el uno sin el otro. Son dos hermanos enemigos que se ven obligados a integrarse, como las sociedades que los habitan. Pero del enfrentamiento a la integración hay un largo trecho que sólo puede recorrerse en un largo tiempo".

Hacia los años 1976-1977, Romero tenía la impresión de que en ese "largo trecho" podría atisbarse alguna forma de integración social -para nada resuelta en el plano político- que abriría curso a situaciones quizás más homogéneas. En realidad, esa hipótesis tuvo que confrontar fenómenos mucho más brutales de carácter político, ideológico y social. Las ciudades masificadas son hoy más numerosas que hace treinta años, mientras se acentúa en ellas la brecha entre la sociedad normalizada y la sociedad anómica bajo el impacto de dos décadas de crisis económicas. De ello derivó también la hostilidad entre esos dos sujetos, traducida en la llamada crisis de seguridad y en las nuevas formas de vida de quienes se parapetan tras el cerco de los barrios cerrados o de las villas miseria. Sociedad de "yuxtaposición de guetos" pertenecientes, respectivamente, a los "normalizados" y a los "anómicos".

La paradoja de esta ciudad del siglo XXI, que lamentablemente Romero no pudo analizar, es el avance relativo de la legitimidad democrática en medio de esas desigualdades crecientes. Fue un fenómeno acaso imprevisible que, sin embargo, ofrece la oportunidad de pintar el cuadro de un nuevo reformismo, como Romero preconizaba. "Yo soy -decía- un reformista nato": un reformista situado en la vena de su contemporáneo Norberto Bobbio, en la turbulenta esfera de confluencia de la tradición liberal-democrática con la tradición socialista.

Esta visión de la buena sociedad con el mejor de los regímenes posibles o, como él solía declarar, este conocimiento de los "bienes de la cultura" entre los cuales sobresale "la significación eminente de la vida humana" requería el concurso de un humanismo "moderno, pluralista y crítico", que "no es ni repetir un humanismo escolástico, ni repetir el humanismo renacentista y ni siquiera es repetir el humanismo de la ilustración". Es -decía Romero en 1976- "el humanismo que está sin hacer, que no tiene fórmulas canónicas, pero que constituye, en última instancia, la preocupación fundamental de todos los que tienen inquietudes por el destino del mundo".

De la experiencia de la vida histórica en el escenario contradictorio de las ciudades masificadas, han nacido estas reflexiones. Sería oportuno hacerlas nuestras para insuflar en la democracia el suplemento reformista que reclama con urgencia. Este fue el propósito de José Luis Romero, historiador y ciudadano.

Por Natalio Botana
Para LA NACION


LA NACION

Ciudades masificadas

20/10/2007 MANUEL Piedrahita
Rememoro en mi memoria la carretera madrileña de La Coruña por el trozo denominado Cuesta de las Perdices. En sus cuatro estrechos carriles apenas circulaban automóviles. Los pijos de la calle Serrano presumían de subirla "a 90 por hora en el coche de papuchi". Hoy, niños pijos y no tan pijos con automóviles propios o del banco que les pasa letras mensuales, circulan a paso de tortuga. Madrid afronta horas punta a todas horas, valga la redundancia. Es el peaje que se paga por vivir en una megalópolis ruidosa y contaminada. Alguien dirá que eso también ocurre en ciudades de provincias y, algunas veces, incluso en pueblos. La falsa modernidad consiste en imitar el modo de vida de las grandes ciudades masificadas. El metro sí salva distancias y embotellamientos. Pero las nuevas estaciones son tan modernas que incluso ofrecen, aparentemente gratis, televisión de gran formato en medio de las vías. Por fortuna las pantallas de los vagones ya se han estropeado. No se nos permite que al salir de casa dejemos de ver imágenes en movimiento que anuncian algo para comprar.

Alguien dirá que ahora se lee más en el metro. Pero son periódicos gratis. Solo yo hojeo un periódico nacional. Miro de soslayo el ejemplar gratis de mi vecina y leo un gran titular de primera página: "Cotillear puede hasta ser delito". Las verdaderas noticias brillan por su ausencia. Los presagios de Orwell no tienen fecha de caducidad en las modernas megalópolis masificadas, deshumanizadas y desinformadas.

* Periodista

lunes, 9 de febrero de 2009

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Indígenas, personas con discapacidad física, las mujeres y representantes de los niños que se manifestaron marginados y maltratados en los medios paraguayos y reclamaron espacios, igualdad de trato

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EL CHAVO DEL OCHO ES EL CLASICO EJEMPLO DE UN "PELADITO" (ASI LLAMABAN A ALGUNOS MARGINADOS)

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